“Este festival permite que nosotros los campesinos saquemos a relucir nuestra identidad, que es con el plato típico de Nariño, el cuy”, dice Andrea Viviana Rojas, una joven de 24 años. Se refiere al Festival del Cuy, cuya undécima edición se realizó este miércoles y que fue organizado por la Alcaldía de Pasto y la Secretaría de Agricultura. (En imágenes: Cierre con sabor a cuy tuvo el Carnaval de Negros y Blancos)
En este día, en el que eje central es este animal, se busca ayudar a los campesinos de la región, como es el caso de Rojas, quien llegó a la Unidad Deportiva Recreativa Ambienta (UDRA), en Obonuco, proveniente de la vereda Santa María, del corregimiento de Catambuco.
Desde las 8 de la mañana, los 62 puestos participantes empezaron a alistar los cuyes para el público, que poco a poco fue llegando al lugar. Ya a las 10 de la mañana se veía a la gente comiendo cuy, acompañado con papa pastusa o crispetas.
Mientras tanto, los niños más pequeños jugaron con sus perros en el velódromo o en las pistas de bicicross y patinaje que hay en el lugar. Además de los cuyes se ofrecieron platos como el marrano horneado, ‘frito’, sancocho, espinazo, picadillo de cerdo y champús, entre otros. (Lea también: Pasto remató Carnaval de Negros y Blancos con exaltación al artesano)
Este último fue uno de los que trajo Marleny Doris Villota, quien junto con su familia llegó desde Genoy para vender 70 cuyes, dos marranos y las empanaditas de añejo. “El champús lo hacemos con maíz amarillo, se pone a moler y después se lo cocina con hartas yerbitas naturales. Se sirve con mote, piña y lulo”, dijo.
Tanto Rojas como Villota coinciden en que el secreto para preparar un buen cuy es la sazón, que consiste en echar, en las cantidades precisas, sal, ajo y en algunos casos cebolla.
“Uno lo sacrifica, luego lo pela con agua caliente y le saca el cuero, también las vísceras. De ahí se le echa la sazón y se cocina”, explica Villota, al mismo tiempo que gira varios cuyes en un asadero hecho con la mitad de un barril y cuyo calor se mantiene con ayuda de carbón y el fuerte viento del lugar.
Este festival, además de ayudar al sustento de las familias campesinas también permite que los turistas que quedan en la ciudad degusten este plato, que se consigue desde 25.000 pesos en adelante, además de ver artesanías o la ya conocida carrera de cuyes, donde disfrazan a algunos de estos animalitos.
De esta forma, en este evento, que parece un gran bazar en donde las familias se sientan en el pasto y en las mesas para comer este plato típico, sin cubiertos, todo es con la mano, y en el que se pueden llegar a vender hasta 13 mil de estos animalitos. También es un espacio para oír música popular, de la mano de Don Medardo y sus Players o la Banda Show Internacional.
El cuy se puede ingerir asado, frito e incluso apanado. Es un plato tradicional que se cría y come ampliamente en Nariño y también en Perú y Bolivia. Se dice que fueron los Incas y los Paracas.
Desde las 8 de la mañana, los 62 puestos participantes empezaron a alistar los cuyes para el público, que poco a poco fue llegando al lugar. Ya a las 10 de la mañana se veía a la gente comiendo cuy, acompañado con papa pastusa o crispetas.
Mientras tanto, los niños más pequeños jugaron con sus perros en el velódromo o en las pistas de bicicross y patinaje que hay en el lugar. Además de los cuyes se ofrecieron platos como el marrano horneado, ‘frito’, sancocho, espinazo, picadillo de cerdo y champús, entre otros. (Lea también: Pasto remató Carnaval de Negros y Blancos con exaltación al artesano)
Este último fue uno de los que trajo Marleny Doris Villota, quien junto con su familia llegó desde Genoy para vender 70 cuyes, dos marranos y las empanaditas de añejo. “El champús lo hacemos con maíz amarillo, se pone a moler y después se lo cocina con hartas yerbitas naturales. Se sirve con mote, piña y lulo”, dijo.
Tanto Rojas como Villota coinciden en que el secreto para preparar un buen cuy es la sazón, que consiste en echar, en las cantidades precisas, sal, ajo y en algunos casos cebolla.
“Uno lo sacrifica, luego lo pela con agua caliente y le saca el cuero, también las vísceras. De ahí se le echa la sazón y se cocina”, explica Villota, al mismo tiempo que gira varios cuyes en un asadero hecho con la mitad de un barril y cuyo calor se mantiene con ayuda de carbón y el fuerte viento del lugar.
Este festival, además de ayudar al sustento de las familias campesinas también permite que los turistas que quedan en la ciudad degusten este plato, que se consigue desde 25.000 pesos en adelante, además de ver artesanías o la ya conocida carrera de cuyes, donde disfrazan a algunos de estos animalitos.
De esta forma, en este evento, que parece un gran bazar en donde las familias se sientan en el pasto y en las mesas para comer este plato típico, sin cubiertos, todo es con la mano, y en el que se pueden llegar a vender hasta 13 mil de estos animalitos. También es un espacio para oír música popular, de la mano de Don Medardo y sus Players o la Banda Show Internacional.
El cuy se puede ingerir asado, frito e incluso apanado. Es un plato tradicional que se cría y come ampliamente en Nariño y también en Perú y Bolivia. Se dice que fueron los Incas y los Paracas.
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